Por:
Jesús Parra
Profesor
universitario
Correo:
jesusoparra@hotmail.com
El
mercado Las Pulgas, cultural e históricamente conocido como mercado
“Los Buchones”, era
un espacio adonde
arribaban
embarcaciones que provenían de distintas localidades, y
como
dice la gaita: “Las Piraguas ya llegaron desde el Distrito Colón,
trayendo hasta el malecón mercancías
que encargaron”, llegó a representar el principal mercado del
casco central de Maracaibo.
No
solo significó un lugar donde se podía comprar, sino que también
llegó a simbolizar un sitio de encuentro, concurrido por gentes de
diversos estratos sociales y turistas que en una sana convivencia
aportaban al espacio vestigios socioculturales, que sumados a los
cantos pregoneros y al bullicio citadino completaban su fisonomía.
Llegó a representar una muestra de concepción de progreso bajo la
orientación del modernismo y la visión de mercado que recién se
había empezado a entretejer.
Con
el pasar de los años la actividad comercial fue ampliando su radio
de acción, extendiéndose a los
espacios circunvecinos, convirtiéndose así en referencia de
identidad zuliana, símbolo popular y de esparcimiento turístico. Un
mercado delimitado en función de los productos ofertados, en el cual
podía respirase un aire social muy cercano, nuestro, cotidiano, y
donde se daban respuestas según fuera el caso a las apetencias
personales.
Ahora
bien, con la irrupción del petróleo y sus implicaciones fueron poco
a poco emergiendo venezolanos (específicamente maracaiberos)
más irreverentes, maleducados, más despreocupados por el aseo en
las calles, más mundanos,
consumistas, menos apegados a las costumbres, menos localistas;
que junto con al
crecimiento desproporcionado de la ciudad, fue dando pie a una
especie de metamorfosis, pero mucho más extravagante (según
impresión simplista) que la planteada por Kafka en su obra.
Es
así como el mercado Las Pulgas se convirtió
en
una masa amorfa, sin ningún tipo de delimitaciones, confusa, difusa,
donde no se puede apreciar, ni mucho menos comprobar quién es quién,
y a qué se dedica en términos reales. Lo que la hace parecer una
extraña figura monstruosa que con sus tentáculos abrazan, abarcan y
se apropian de lo que siempre fue popular, cotidiano, sano, y
público; incumpliendo además con las ordenanzas municipales en lo
que a libre tránsito vehicular y peatonal se refiere.
Pero
esto es solo una parte del problema en cuestión. Lo otro, lo
verdaderamente grave del asunto son las prácticas de comercio
ilícito que se vino
operando en este recinto, enmascarado bajo la figura de mercado
popular.
Prácticas
incursas en delitos amparados
en argumentos ilegales y
suscritas a discursos que avalan y posicionan la especulación, como
también auspiciadas por leyes, normas, reglas que emanan del propio
seno delictivo,
cual si fuera un parlamento, conformado
por “buchones” (con perdón y respeto al ave), que bajo figura
semejante, se presentan diestros y doctos en mercados, comercios y
economía, con propiedad suprema (las que le otorgan las mafias),
para fijar posiciones sobre los precios de alimentos que debían
prevalecer, y como si fuera poco, con plena potestad y celeridad para
asumir cuál era
la moneda que debía
circular públicamente, y la que era
permitida con aprobación mayoritaria de los dueños del mercado (me
refiero a los buchones), para hacer las transacciones comerciales
respectivas; lo que la convertía
a
su vez, en punto de mal referencia en los diversos contextos de
carácter público y privado.
Entiéndase
bien, los “Buchones” o dueños del mercado, que a lo sumo,
significa lo mismo, pretendían
llenarse el buche con las ganancias desproporcionadas, sin orden, sin
ley, sin Santa María, derivadas del contrabando, la usura, las
inversiones bursátiles de una bolsa de valores que sólo responde a
los intereses de quienes desean seguir el juego a la guerra
económica, con operaciones fraudulentas de Casas de Cambios
ambulantes (me refiero a los que venden moneda extranjera), que
situados en espacios estratégicos del mercado, completaban
la más grande obra del delito.
Por
lo que a
estos actores encubiertos les será muy
difícil aceptar
las acciones que viene ejerciendo el gobierno regional y municipal,
catalogadas por medios opinativos, como hechos que vulneran los
derechos humanos, y que, según estiman crearán mayor pobreza y
desidia; lo cual es totalmente falso y contradictorio.
Es
necesario poner orden, con acciones amparadas en la ley, erradicando
ese libre ejercicio del delito; ya que ha llegado la hora del emerger
de un pueblo, que no está dispuesto a permitir que le roben su
economía, su estabilidad social, su política, sus calles, aceras,
su patrimonio cultural, y su mercado.
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