Por:
Jesús Parra
Profesor
universitario
Correo:
jesusoparra@hotmail.com
"Lo único que han entendido y aprendido muy de 'pinga' es que el poder no se negocia con nadie sino consigo mismo, y que tanto en el mundo de la ficción como en el mundo real, siempre debe haber un héroe, y ese debe ser uno de ellos".
Pareciera
ser un decálogo, ecuación o norma recta a seguir, la siempre
empleada por la oposición venezolana, cada vez que sus aspiraciones
de poder descienden un peldaño en ese gran camino, que ellos han
calificado como “Democratización de la Sociedad”.
Esto
solamente puede ser concebido, planificado y ejecutado por aquellos
(oposición), que plegados a ese concepto de República donde se
repudia todas las formas de mandos dictatoriales, aristocráticos y
oligarcas, contradicen su posición al no consentir cumplirlo ya que
no están dispuestos a ceder espacio alguno, para dar paso a procesos
de independencia, de libertad plena, y de construcción soberana y
patriótica de una nación como Venezuela.
¿Cómo
pueden llamarse, entonces, aquellas prácticas ejercidas por años
entre gobiernos de civiles con intersticios militares, cuando, por
ejemplo, de la mano de López Contreras quien creó el Congreso y el
Senado, como forma única para elegir al presidente, viene y
establece más tarde una “Dupla” con Medina Angarita, cuyo
capítulo de novela termina proyectándose con la disputa de ambos
por la presidencia de la República? ¡Cualquier parecido con la
realidad opositora no es pura casualidad!
¿No
será acaso que siempre ha estado como principio base dentro de las
filas de la oposición y dentro de sus políticas nucleares el hecho
de las alianzas y/o pactos, derivadas y suscritas a su agenda
particular como los acuerdos discutidos en los años 50, entre los
miembros del triunvirato de la Junta Militar: Carlos Delgado
Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Llovera Páez, con intención
de disolver la Junta Militar y
entregarle la Presidencia a un candidato de entendimiento
entre los partidos políticos y las Fuerzas Armadas
que sería el propio Delgado Chalbaud? (Las negrillas son mías)
En
esta misma naturaleza, dónde se puede dejar el llamado bipartidismo
(AD y COPEI), que según fuera catalogado por obra y gracia de los
gendarmes opositores como forma de “Democracia de Partidos”, con
alternancia del poder, con cumplimiento y el deber, acatando los años
de ejercicio presidencial estipulados en la “moribunda”
Constitución de 1961, pero bajo el concepto y la visión sesgada
única de dos tipos de mandos que jugaron al ejercicio político con
la prebenda del consentimiento democrático pactado entre ellos.
No
solo esta práctica nociva se ha podido percibir en las altas esferas
políticas sino también en medianas y pequeñas, pero no por
ello menos importantes como por ejemplo, la ejercida en los Colegios
de Abogados que representaron los primeros escenarios en esa escala
donde las fracciones partidistas de AD o Copei, decidieron el día y las
respectivas cuotas de pagos que los (as) compañeros (as) agremiados
debían cancelar para poder optar a las elecciones de la Junta
Directiva de tal recinto. Esto es solo por mencionar una minúscula
muestra de cómo dichas prácticas se fueron esparciendo por los
distintos ámbitos y contextos venezolanos.
En
tiempos actuales, la oposición mantiene su ecuación inalterable, a
pesar de los años transcurridos y de los fracasos obtenidos como si
se tratase de amores que se llevan en el pecho como si fuera un
Madrigal, cuando en realidad lo que llevan es una herida mortal y
representa un gran peso histórico, moral y político para la
humanidad en general, y para Venezuela en particular. Lo único que
han entendido y aprendido muy de “pinga” es que el poder no se
negocia con nadie sino consigo mismo, y que tanto en el mundo de la
ficción como en el mundo real, siempre debe haber un héroe, y ese
debe ser uno de ellos.
Mientras
tanto, los que todavía se cobijan en la MUD como aquellos que
decidieron ser opositores radicales independientes con voz y canto
propio, van a seguir presionando a través de instancias
internacionales para que el gobierno de Nicolás Maduro entre
obligado a un proceso de negociación (su fórmula eterna e
histórica) para una transición democrática, donde el país, según
su percepción, pueda volver a someterse a un sistema democrático
confiable y expresar su opinión. Es decir, la oposición venezolana
sigue negando los espacios democráticos, participativos y
protagónicos construidos, la transparencia y libre ejercicio del
sufragio, la socialización de las políticas de Estado, entre otros,
y prefieren continuar su lastre histórico de negociaciones pactadas,
de diálogos condicionados, sin terminar de entender que los
venezolanos somos los únicos capaces de decidir nuestro propio
destino.