Por:
Jesús Parra
Profesor
universitario
Correo:
jesusoparra@hotmail.com
Como
forma heroica el pueblo empieza a tomar la calle, pero no como
sinónimo de representación simbólica, sino como
ejercicio social ciudadano, como sujeto que ve menoscabados y
vulnerados sus derechos, y sale lleno con tal euforia, que la
templanza de su propia condición humana les puede permitir.
Es
que no nos está dado que continuemos detrás de las alverjas de
nuestras casas, esperando que una mínima representación política,
económica, social o de otra índole, pueda responder a nuestras más
preciadas demandas. Somos nosotros, pueblo organizado, quien
haciendo alarde y uso de nuestras atribuciones, responsabilidades y
derechos, nos debemos disponer a derrumbar esas limitaciones y fronteras
que nosotros mismos de momento hemos creado, y aquellas que han sido
impuestas por siempre, y salir con pensamiento firme, con
convicción y seguridad a defender lo que nos pertenece.
Ese
es el principal llamado que ha hecho el gobierno nacional, y al cual
nos debemos suscribir, como miembros de organizaciones comunitarias,
sociales, y como pueblo en general, en línea con las políticas
económicas emanadas, aprobadas y decretadas en el propio seno de la
Asamblea Nacional Constituyente. No sólo se trata de ir en
defensa del primer anuncio de precios acordados de 25 artículos y
de su extensión de medidas hacia otros rubros; sino ir invistiendo
nuestro pensar y nuestro accionar en pro de una disciplina
revolucionaria y democrática, que nos garantice desprendernos de las
embestidas imperialistas, y poder seguir así librando la batalla en
el campo que nos corresponda.
En
esta oportunidad le tocó a lo económico, que siempre ha sido un
tema de gran interés, y bien acorazado, pero que por los vientos que
soplan, y muy particularmente, los que comienzan a sentirse en el
diario transitar del ciudadano (a) común, se comienza a despejar la
maleza del manglar, donde, por acción profana de los emisarios
del capitalismo, ha estado sitiada, aparentando ser
intocable, muy lejos de quien verdaderamente la materializa y la
sustenta. Ahora, luce un aroma sutil, porque empieza a recobrar esa
sustancia viva, que sólo se la puede dar quien “administra la
casa”, es decir, su gente.
Es
así como se perfila esta “Gran Embestida Económica” que, a lo
sumo, puede agregársele también el apellido de social, porque es
eso precisamente de lo que se trata, un pueblo unido volcado hacia su
respectiva transformación social.
De
igual forma, el soberano, porque así ha de ser su condición, no
puede permitirse ni darse el lujo de no vivir la experiencia de
sentirse nuevamente dueño de las calles, de dar la acogida y
bienvenida a las estrategias que emanan de su propia invención y de
interpretaciones diversas sobre el tema económico, que se cruzan y
circulan a velocidad vertiginosa, a través de una mensajería
natural vecinal, que tiene su punto de ebullición en los periódicos
encuentros comunitarios.
Porque
es desde allí, desde la convocatoria comunitaria, desde el
intercambio, el pareo, el debate, la réplica, sostenida por cada
miembro de organizaciones, donde ha de librarse el primer combate.
Tenemos que salir y estar convencidos que ha llegado la hora de
nosotros.
No
podemos, ni queremos seguir siendo apéndices de los mercaderes, y su
imposición de precios, como mejor les venga en gana, y por ello, nos
toca seguir avanzando de manera organizada, y acompañar los procesos
de inspección y fiscalización de precios en comercios y locales, y
hacer sentir nuestra presencia con nuestro grito de guerra en contra
de la especulación, y desde el epicentro de las comunidades; ya que
el mejor ejemplo y la primera acción comienza desde casa.